Los Zampaos de mi Pueblo

Hubo un tiempo en el que en España, en Castilla e incluso en nuestro pueblo, la mayoría de la población pasaba hambre. Para ver esas imágenes no tendríamos más que volver la vista unos pocos años atrás.


Inmersos en esta realidad, la picardía, la picaresca y los cinco sentidos, si es que no tenían más, eran cultivados día a día, minuto a minuto. Este será pues el ambiente en el cual transcurre la acción.
En la época de nuestros abuelos apenas existían tiendas en las que comprar los comestibles, cada familia se alimentaba de lo que cultivaban en los huertos y comían de lo que la tierra les daba. Siempre había algún carretero que llegaba a los pueblos vendiendo producto de otras zonas, aunque no siempre se disponía del dinero necesario para comprarlos. En todos los pueblos había un herrero, un estañador y un maestro que "enseñaba letra" a los chicos hasta antes de que estos tuvieran fuerza y edad para ayudar a sus padres. También había un soguero, un tejero..., en definitiva, cada uno de los diferentes oficios necesarios en la vida diaria eran cubiertos por la gente de la localidad.
En algunas casas se solía tener la mula que se empleaba para las labores del campo y, como medio de transporte, una vaca para abastecerse de leche; un cerdo con el ánimo de engordarlo y, en la época de matanza, llenar la despensa para todo el año; una punta de ovejas que cuando parían se "descorderaban" las hembras, dejándolas para la cría. De los machos se obtenía la carne y se curtían las pieles para el abrigo. De la lana de las madres se hacían ropas, colchones y almohadas. También había alguna que otra cabra con las que sucedía lo mismo que con las ovejas, unas cuantas gallinas, gracias a las cuales casi siempre había huevos frescos y una pareja de conejos de carne suave.
La verdad es que no en todas las casas contaban con la totalidad de animales. El propietario no podía encargarse de que pastasen todos sus animales ya que eran pocos y tenían otras cosas que hacer, Por ello, en todos los pueblos existían las viceras que agrupaban ovejas de todo el pueblo: la cabrada para las cabras, la vacada para las vacas y la porcada para los cerdos, contando cada rebaño con su pastor, al que pagaban cada uno en función del número de animales que cuidaba.
En la porcada de Noviercas tenían un verraco, que es un cerdo macho empleado como semental y que cumplía su función por todos los pueblos de la comarca. Un día, al atardecer, cuando la porcada volvía al pueblo para que cada uno de los propietarios recogiese su marrano, el porquero notó la ausencia del verraco   



Cuando llegó a Noviercas se lo comunicó a sus vecinos y éstos salieron a buscarlo. Pero pronto se les echó la noche encima y tuvieron que regresar a sus casas. A la mañana siguiente madrugaron, pero el cerdo había caminado toda la noche y se había adentrado en el término municipal de la Cueva. Transcurrieron varios días y los noviercanos continuaban buscando el preciado verraco sin obtener frutos positivos. Los vecinos de la Cueva enseguida tuvieron conocimiento de la presencia del animal en sus tierras, pues este comía de aquí y de allá y realizaba continuos destrozos en los campos. Por ello se decidieron a salir también en busca del verraco para tratar de capturarlo. Las correrías del fugitivo ya se habían propagado por toda la comarca, así que los vecinos de Ólvega se pusieron de acuerdo con los de Fuentes para formar un frente común y salieron a cazar el verraco, dirigiéndose hacia la zona limítrofe ente La Cueva y Ólvega.

Los "covachos" habían localizado ya el verraco y lo seguían de cerca cuando el animal se adentró en el término de Ólvega, donde es capturado y reducido por los olvegueños con la ayuda de los fuentesinos, casi quitándoselo de los manos a los de La Cueva.

Nuestros antepasados y sus socios condujeron al animal hasta Ólvega, donde lo mataron. Allí dieron un gran banquete no siendo invitados los vecinos de Fuentes, argumentando que lo habían cogido en el término de Ólvega. Desde ese momento, y por su hazaña, los habitantes de las localidades vecinas llamaron a los olvegueños "ZAMPAOS" por haberse comido ellos solos el verraco. Estos se defendían denominándolos "escocidos" si eran de La Cueva, porque se habían dejado escapar el cuadrúpedo; "gorras" si procedían de Fuentes, porque pretendían comer por la cara; o bien verraqueros a los vecinos de Noviercas. A estas calificaciones de los olvegueños también se sumaron los de Ágreda que estaban esperando a que les llegase el cerdo para dar buena cuenta de él. A ellos los "zampaos" les denominaban "espanaos", porque del verraco no vieron ni los restos. Las magras, patas, vísceras y en definitiva todo el animal, pues todo es aprovechable, se cocinaron en una gran merienda. Y es que realmente las chanzas y los apodos se soportan mejor con el estómago lleno. 

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